Debut de la Boleta Única de Papel

Este domingo votaremos con un nuevo instrumento electoral, la Boleta Única de Papel (BUP). No es un avance menor. A través de esta Argentina se suma a la tendencia abrumadora que predomina en América y el resto del mundo. Si esta reforma no salió antes fue porque un grupo de partidos políticos se beneficiaban con la combinación de la boleta partidaria y las malas prácticas electorales.
Ahora bien, la BUP evita problemas, pero no los resuelve todos. Entre sus ventajas impide el robo de boletas, equipara y ordena la oferta electoral y ahorra presupuesto público. Sin embargo, a falta de integridad electoral y autoridades electorales especializadas, los procesos electorales de Argentina siguen dependiendo de la capacidad de cada partido político de acreditar a un fiscal en cada mesa. En este punto se concentran los problemas de competitividad electoral de nuestro país. El hecho de ser un país federal evita que sea un déficit generalizado. En realidad, hay distritos que presentan serios problemas de integridad y otros que, por el contrario, han tomado las decisiones correctas para que las elecciones sean limpias y confiables. Lo que hemos visto en la última elección local de la provincia de Buenos Aires nos anticipa que con la BUP no se resolverán todos los problemas. Esta provincia junto a Formosa, Santiago del Estero o La Rioja nos recuerdan la importancia, para los partidos de la oposición local, de ubicar a un fiscal partidario en cada mesa cuando se trata de preservar sus votos. En algunos de estos distritos ni eso alcanza. Las elecciones locales son verdaderas trampas para la ciudadanía. Estas malas prácticas locales se trasladan a las elecciones nacionales. En esta oportunidad estos distritos con debilidad democrática utilizarán la BUP, pero ¿qué pasa cuando la competitividad está dañada y la cultura política del ventajismo se institucionaliza? Ocurre lo mismo que en otros países con déficit democrático: la mesa de votación está liberada y cuando advierten un voto contrario a sus intereses proceden a realizar con discreción otra marca con la intención de que ese voto sea contabilizado nulo.
Por lo tanto, la BUP, en aquellos distritos complicados, no resuelve los problemas que se daban con la boleta partidaria. Lamentablemente, tomaremos conocimiento de estos problemas luego de las elecciones, cuando se presenten los resultados del escrutinio definitivo y veamos en qué distritos los votos nulos están por arriba de la media. Es verdad que una débil capacitación acerca del uso del nuevo instrumento electoral puede llevar a que el elector cometa errores y su voto sea considerado nulo, no obstante, cuando se trata de fraudes electorales, las “actas hablan”.
Argentina sigue siendo una “democracia imperfecta” para el Índice de The Economist, el instrumento más serio que mide la calidad democrática de casi 200 países en el mundo. Las autoridades electorales y políticas de nuestro país continúan rechazando la presencia de Misiones Internacionales de Observación Electoral como si todo estuviera bien. ¿Usted lector imagina lo que serían los contenidos de un informe de una de estas Misiones luego de presenciar una elección en La Matanza, en Formosa o Santiago del Estero?
Seguimos creyendo que no hay problemas, o que la BUP los resuelve todos; sin embargo, en muchos distritos de nuestro país, las malas prácticas continúan, y no solo bloquean el impacto de cualquier reforma electoral propositiva, sino que además distorsionan la representación a nivel nacional, reducen su calidad, y esto lesiona seriamente la democracia y sus procesos electorales. Por lo tanto, el gran desafío que tiene por delante el nuevo Congreso, entre varios otros, es el fortalecimiento de nuestra gobernanza electoral.
Autor: Leandro Querido
Director Ejecutivo de Transparencia Electoral. Magíster en Derecho Electoral, Universidad Castilla La Mancha, España. Licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires.



