La semana que hoy culmina, tuve la oportunidad de participar en la Misión de Transparencia Electoral en las pasadas elecciones de los Estados Unidos, como miembro de la Conferencia Americana de Organismos Electorales Subnacionales por la Transparencia Electoral, y sin duda la experiencia ha sido muy valiosa, pues me permitió conocer de cerca el modelo electoral de dicho país, y todo lo que ocurre en torno a una elección como esta.

Se trata de un sistema electoral muy diferente al que tenemos en nuestro país, pues de entrada el voto no se emite de manera directa por los candidatos o candidatas a la presidencia, como sí ocurre en México.

Cada uno de los 50 estados de la unión tiene un determinado valor, de acuerdo al número de delegados que conforman su colegio electoral hasta sumar 538 en todo el país, y ese valor es el número de votos que dicho estado aporta a la fórmula que haya obtenido la mayor votación, por lo que gana quien obtenga 270 votos de los estados, lo que no siempre ha significado que gane quien obtiene mayor número de votos de los ciudadanos, como sucedió en las elecciones del 2000 y el 2016.

Lo anterior es la razón por la cual las campañas presidenciales dedican mayor esfuerzo a estados como California, Texas, Florida o Nueva York, pues son los que más votos aportan al resultado de la elección.

Otra diferencia sustancial es que no se cuenta con una institución específica para la organización y desarrollo de los procesos electorales, sino que son los propios condados o gobiernos de las ciudades, los responsables de la función electoral, y por ende de la aplicación de sus respectivas normas electorales, que también varían entre estados, como varían también los mecanismos y plazos para la obtención de un resultado oficial de la votación.

Uno de los aspectos más comentados en esta elección, por aplicarse con distintos criterios dependiendo del estado de que se trate, ha sido el voto por medio del servicio postal, que es una facilidad que las leyes electorales daban originalmente a los miembros de sus fuerzas armadas para poder ejercer su derecho al voto desde donde se encontraran asignados, y que este año, ante la compleja crisis sanitaria por la COVID-19, que ha tenido en Estados Unidos uno de sus escenarios más lamentables, se volvió una herramienta muy valiosa para lograr altos niveles de participación, sin poner en riesgo de contagio a más de 150 millones de personas que emitieron su voto.

Otra útil innovación es la del voto anticipado, por el cual quienes así lo decidieran, podían depositar su voto en grandes buzones especiales para este fin, ubicados en diversos puntos de las ciudades, iniciando 10 días antes de la fecha de la elección, lo que permitió la emisión de un gran número de votos sin la necesidad de entrar en contacto con otras personas, permitiendo incluso en algunos casos hacerlo desde un vehículo, disminuyendo en gran medida el riesgo de contagio.

Una diferencia muy notable con el sistema electoral mexicano, es que los partidos políticos tienen muy poca, y en algunos casos nula participación en el desarrollo de la jornada electoral, pues no existe la figura de la representación de partido en los centros de votación, o en el conteo de los votos, quedando toda la confianza y la responsabilidad que implica, en voluntarios que dedican largas horas a recibir a los votantes, revisar y registrar sus datos, facilitarles la emisión de su voto, y posteriormente contabilizarlos.

Si bien puede haber la participación de observadores electorales, éstos pueden ser representantes de instituciones académicas, organizaciones sociales, ciudadanos independientes o misiones internacionales, por lo que queda abierta la posibilidad de que miembros o simpatizantes de cualquier partido o aspirante soliciten su registro para realizar tal función, sin representar institucionalmente a partido o movimiento político alguno.

Se tiene tanta confianza en la pulcritud del desarrollo del proceso electoral, que no es necesario que los potenciales electores cuenten con una credencial específica para hacerlo, ni que se registren con meses de anticipación, sino que la garantía para el ejercicio del derecho a votar es tan amplia que en los centros de votación se dispone de papeletas especiales para votantes no registrados, por medio de las cuales pueden emitir su voto, depositarlo en contenedor específico para el caso, y tras validarse que se cumpla con los requisitos para votar, se contabiliza el voto.

Otra muestra de confianza en el sistema es el uso de urnas electrónicas, que hacen uso de una pantalla táctil y una bandeja para depositar la papeleta de votación en la que se imprime las opciones por las que el ciudadano o la ciudadana haya votado, para posteriormente ser leídas por un scanner de gran capacidad, y por medio de sistemas informáticos se contabiliza dichos votos.

De acuerdo con la Ley de Conteo Electoral, para el 8 de diciembre todos los estados deberán haber concluido el conteo de todas las modalidades de votación, y certificado un resultado final, para ser sometido a validación por parte de los 538 miembros de los colegios electorales de los estados, de donde se obtiene el resultado final de la elección a mediados del mes de diciembre, para que el 20 de enero siguiente, rindan protesta ante el congreso quienes hayan resultado ganadores de la elección, tanto para presidente como vicepresidente.

Ha sido una experiencia por demás aleccionadora, pues se trata de un sistema electoral que combina una gran complejidad legal y logística, pero que a la vez, al delegar su desarrollo en gobiernos locales y ciudadanos, demuestra una gran confianza en que cada uno de los mecanismos y elementos que intervienen en el proceso electoral, humanos o no, funciona de manera íntegra y garantiza el respeto a la decisión del pueblo estadounidense.

Por supuesto que no existe un sistema perfecto, pero tengo la seguridad de que podemos aprender mucho del sistema electoral estadounidense, y tomar de él aspectos que pueden ayudarnos a lograr en México, prácticas y procesos electorales más eficientes y confiables.

 

Publicado originalmente en Mayra Fabiola Bojórquez González WordPress

 

Mayra Fabiola Bojórquez González

Maestra en Derecho Electoral y en Administración de Instituciones Educativas, Doctoranda en Derecho Electoral, actualmente Consejera Presidenta del Instituto Electoral del Estado de Campeche. Miembro de la CAOESTE.