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TRANSPARENCIA ELECTORAL ANUNCIA SEGUNDA ENTREGA DE LA SERIE “ASÍ SE VOTA”, ESTA VEZ CON EL FOCO EN VENEZUELA

Buenos Aires, 15 de febrero de 2019

A 20 años de la llegada del chavismo al poder, “Así se vota en Venezuela” se propone desmenuzar el proceso de construcción política de la V República y dejar en evidencia las estrategias con las que Chávez y sus acólitos impusieron su proyecto de poder, utilizando a la democracia para destruirla desde adentro e implantar lo que la dictadura cubana llama “la democracia perfecta”, aquella que engendró la democracia participativa y protagónica, como reza la letra de la Constitución Bolivariana. Es por esto que el caso Venezuela es la elección lógica como próxima entrega de esta serie, para seguir al libro “Así se vota en Cuba”, en la que se desmiente el carácter “democrático y participativo” del sistema electoral cubano en base a hechos, el marco legal que lo rodea y los testimonios de disidentes del régimen que todavía residen en la isla.

El libro no comprende un relato de cómo Venezuela pasó de ser uno de los países más ricos del continente a ser la Nación arruinada que es hoy. Ciertamente, las libertades económicas mermadas, el exilio de millones de migrantes y de centenas de miles de refugiados, parecen jugar un rol determinante en el plan de control absoluto implementado por el régimen castrista. Sin embargo, es tema de otro estudio. Este proyecto se plantea como objetivo ir a lo profundo del proceso político desde una perspectiva estrictamente electoral. Para ello, se propone responder a preguntas como: ¿son las elecciones de la era chavista libres y transparentes?; ¿son las autoridades electorales venezolanas imparciales e independientes del poder político?; ¿son los ciudadanos libres para ejercer sus derechos civiles y políticos?; ¿las autoridades electas de oposición toman posesión efectiva de sus cargos sin ningún otro requisito que el de ser elegido por voto popular?

A pesar de contar con una cultura democrática cuadragenaria, la mayoría de los venezolanos no pudieron prever lo que sucedería después de 1998. Ciertamente, la crisis puede en parte atribuirse a la deuda del sistema bipartidista (1958-1998) con una democracia que contaba con Instituciones inmaduras, pero mejorables. Los esfuerzos de última hora como las elecciones regionales y municipales y la conformación de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) hacia finales de los años 80 no salvaron a las élites gobernantes de la debacle. Como consecuencia, fueron sustituidas por otras, con los mismos vicios, pero perfeccionados y hasta peores.

El contexto internacional

A nivel regional, la convergencia de gobiernos de izquierda complacientes con el chavismo por razones tanto ideológicas como comerciales generó el ambiente propicio para que el régimen que se implantaba en Venezuela evolucionara rápidamente. Además, la democracia liberal entró en crisis a nivel mundial. Estados Unidos fue incapaz de mantener el liderazgo en la promoción de sus virtudes, y en las democracias inmaduras como la venezolana, donde a los ciudadanos se les adeudaban grandes promesas, prosperaron los liderazgos de quienes explotaron sus defectos.

Estos últimos, con sus políticas y retóricas, dejaban ver que creían que para lograr la prosperidad en tiempos de crisis se debe librar al Estado de la carga que implica someter a debate los asuntos públicos, responder a la opinión pública, rendir cuentas y preservar la institucionalidad democrática. En resumida cuenta, relajar los estándares de lo que conocemos como la democracia liberal y así, plantear un dilema entre mucha democracia y menos resultados, o menos democracia y más bienestar. La naturaleza de esta relación entre democracia y bienestar hasta ahora rara vez ha probado ser directamente proporcional. Además, se hizo evidente que se estaba en presencia de un intento de permanecer en el poder mucho más allá de lo que permite el principio de alternabilidad democrática, contrariando incluso expresas disposiciones constitucionales, en el nombre del bien común o de un proyecto en particular.

Un nuevo concepto de democracia, defendido por Rusia, China, Cuba, Irán y aliados, se define en sentido amplio como un régimen de libertades reducidas (o progresivas), y mejores resultados. ¿Por qué necesitan Venezuela y Rusia exhibir que celebran elecciones periódicas en medios de propaganda? Si el sistema internacional, heredero de la era de la posguerra, puso sobre los Derechos Humanos su piedra fundacional, y es alrededor de este régimen que se configuran expectativas, castigando la no cooperación se castiga con sanciones, ¿sucede lo mismo con la democracia? ¿No son nuestros derechos civiles y políticos parte de las convenciones que constituyen al régimen de Derechos Humanos? A medida que transcurre el tiempo y los conceptos son reinterpretados y relativizados, se hace más difícil proteger la democracia y más fácil destruirla por medios perfectamente legales.

El mundo parece dirigirse hacia esos regímenes políticos que vemos en televisión, donde sociedades distópicas se imponen para asegurar el orden, a costa de las libertades individuales. ¿Es esto un ciclo que debemos repetir como sociedades para mejorar la democracia? Aunque el escenario es desalentador y pareciera reducir a los ciudadanos a espectadores, la sociedad civil en el orden global no es precisamente una espectadora pasiva, sino todo lo contrario. Otro tema que se tocará a lo largo del texto.

Así se vota en Venezuela

En Venezuela, el régimen chavista ha buscado hasta ahora imponer un sistema como el chino. Un régimen de partido único, que se confunde con el gobierno, el Estado y todos los poderes, y con control de todos los recursos. Para ser gobierno, es necesario someterte al partido, cuyo conducto de poder más reciente es la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Esta figura, contemplada en el marco legal, tiene carácter supraconstitucional y sustituye de hecho a la Asamblea Nacional, el Poder Legislativo electo directamente por los ciudadanos. En el caso de la elección para la conformación de la ANC, el voto fue indirecto o en segundo grado, como lo fue durante la primera celebrada en 1999.

El trabajo detalla minuciosamente el sistema electoral del chavismo, desmontando mitos y denunciando las irregularidades a las que se someten los derechos civiles y políticos de los venezolanos. Se empieza por las bases comiciales de la primera ANC, que delataron la intención del chavismo de imponer un sistema de sobre representación de mayorías para las elecciones al parlamento. También incluye un recuento de las actuaciones de las autoridades electorales que siempre y a excepción de una única vez se han designado de manera provisoria, y que a través de sus decisiones han dejado ver sus vínculos con el oficialismo en los últimos 16 años.

Los referendos revocatorios de mandato fueron una novedad en la Constitución de 1999 que en teoría significaba la posibilidad de solicitar que el mandato de cualquier funcionario en un cargo de elección popular fuese revocado transcurrido la mitad de su período, pero analizando a profundidad las condiciones en el 2004 y en el 2016, años en los que esta consulta buscó activarse, los autores describen las costuras a la vista de la democracia “participativa y protagónica”.

En el libro se explica cómo las elecciones parlamentarias de 2005, 2010 y 2015 evidenciaron un deterioro progresivo de las garantías democráticas. Las llamadas “morochas”, y la manipulación de circunscripciones y de proyecciones poblacionales, contravinieron abiertamente el principio de proporcionalidad establecido por la Constitución. Además, la designación express o provisoria de titulares de los poderes públicos y la posterior anulación del parlamento en el 2016 son prueba de cómo el oficialismo trata a los funcionarios electos por voto popular cuando son de oposición.

Con respecto a esto último, interesa la descripción que se hace de los antecedentes de este irrespeto a los resultados electorales, una tradición ahora por parte del Estado. Todos estos años, los candidatos de oposición electos para gobernaciones han sido despojados de recursos y competencias, asignados por el Ejecutivo a corporaciones de desarrollo estadales como una especia de gobernaciones paralelas. Alcaldes de oposición en funciones llegaron a ser destituidos por el Poder Judicial, mientras que más recientemente, candidatos a gobernador electos por la oposición incluso han sido privados en ocasiones de asumir sus cargos, como es el caso de Juan Pablo Guanipa.

Finalmente, el libro termina con las elecciones presidenciales de 2018, cuestionadas por todo el mundo. El chavismo entendió después de la derrota en las elecciones parlamentarias de 2015 que no podía abrir el grifo de la participación nuevamente, y celebraron unas elecciones presidenciales con garantías prácticamente inexistentes. Tras la ilegalización de los partidos políticos de oposición más importantes; la inhabilitación política de sus presidenciables más prominentes; el escándalo de Smartmatic; la ausencia de misiones de observación electoral calificadas e independientes; la negativa del CNE de auditar y depurar el registro electoral; la violación sistemática de lapsos y disposiciones legales sobre los procesos electorales por parte del CNE; las abusivas prácticas tradicionales del oficialismo; y con la presencia de una Asamblea Nacional Constituyente supraconstitucional, el chavismo pretendió forzar el reconocimiento de una elección presidencial adelantada para legalizar su permanencia en el poder por otros 6 años, todo con la complicidad de los poderes públicos sometidos al Ejecutivo.

Así se vota en Venezuela. Difícilmente se puede decir que Venezuela ha votado todos estos años en elecciones plenamente libres y transparentes. Los autores concluyen que las victorias electorales de la oposición han sido producto de una sucesión de pequeñas campañas políticas admirables, la coordinación cada vez más estrecha de esfuerzos para vencer los vicios del sistema electoral, la censura y a los candidatos oficialistas con acceso discrecional a recursos públicos, y de la indetenible determinación de los ciudadanos venezolanos para lograr un cambio pacífico y de vivir en libertad.

Autores:

Jesús Delgado Valery – Internacionalista por la Universidad Central de Venezuela (UCV), Maestrando en Derecho Electoral por la Universidad de San Martín (UNSAM) en Argentina, y Director Ejecutivo de Transparencia Electoral Venezuela. Miembro de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia (REDLAD) y miembro de Misiones de Observación Electoral en elecciones en Argentina, Chile, Venezuela, Paraguay y México.

José Enrique Delgado Rangel – Comunicador Social por la Universidad del Zulia (LUZ). Fue docente en la Universidad del Zulia (LUZ), la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA), Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR) y la Universidad Santa María (USM). Fue Jefe de Información del Departamento de Prensa del Canal de Televisión Regional Niños Cantores del Zulia (1990-1993) y periodista de la Organización de Asuntos Públicos de Petróleos de Venezuela, PDVSA (1993-2003). También ejerció  la Coordinación Nacional de Comunicación y Medios de Súmate, A.C. en Venezuela (2010-2018).

Leandro C. Querido – Politólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Participó en Misiones de Observación Electoral de la OEA y en elecciones en Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Perú, Honduras, México y Guatemala. Director Ejecutivo de Transparencia Electoral para América Latina.

Eduardo Repilloza Fernández – Politólogo por la Universidad Rafael Urdaneta (URU) en Venezuela, Maestrando en Estudios Internacionales por la Universidad Torcuato di Tella en Argentina, y Director de Investigaciones en Transparencia Electoral para América Latina. Fue Coordinador Regional de Contraloría Ciudadana de Súmate Zulia, A.C. y ha sido miembro de Misiones de Observación Electoral en Venezuela y Argentina.

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